Introducción

El paisaje puede estudiarse y describirse a partir de distintas perspectivas.

Desde la perspectiva ecológica, el paisaje se identifica con el medio y se entiende como una fuente de información global del territorio. Este tipo de estudios se aplican a la atención de los problemas que plantea la gestión del territorio. Permiten conocer qué se puede y qué no se puede hacer en cada paisaje, así como su posible evolución en el tiempo. En definitiva, el estudio ecológico ayuda a planificar el paisaje estableciendo las áreas que deben ser conservadas, cómo aprovechar los recursos y cómo rehabilitar y restaurar las zonas que han sido alteradas.

En cambio, desde una perspectiva visual, el estudio del paisaje tiene su aplicación práctica en la asignación de usos en la ordenación del territorio, ya que se tiene en cuenta lo que somos capaces de percibir en el espacio que observamos. Desde este punto de vista, la planificación debe considerar la importancia que tiene el paisaje para la calidad de vida de las personas y poner los medios para conservarlo o para restaurarlo en caso de que se hubieran producido alteraciones.

El estudio del paisaje comprende, en cualquier caso, cuatro fases:

  1. Una fase de análisis en la que se identifican y estudian cada uno de los elementos que lo integran.
  2. Una segunda fase de diagnóstico en la que se observan sus características, tales como el estado del paisaje, los posibles impactos que pueda haber sobre el mismo, usos potenciales, etc.
  3. La fase de pronóstico, en la que se establece una posible predicción de la evolución del paisaje.
  4. Una última fase llamada sintéresis, en la que se realizan propuestas técnicas para la prevención de impactos.